jueves, 29 de enero de 2009

Cuita 2

¿Cómo saber si lo que una persona te dice es verdad? Es una pregunta que hoy retumba en mi cabeza. Tiempo atrás hubiese dicho " tienes que confiar", pero ahora, ya no sé, de repente perdí la confianza. Y sí, me cuesta confiar porque tal vez he perdido el amor propio que es lo más importante y único que tenemos. Mi error pudo haber sido arriesgarme a algo a lo que muchos se arriesgaron, pero que fallaron en el intento por las mismas circunstancias de la vida. Es terrible vivir con miedo a perder y, peor aún, ser derrotado por algo que, es probable, solo esté en la imaginación. Odio, desprecio, qué se yo, es lo que creo que siento... ya no sé.. tantas emociones negativas me han invadido que creo que es momento de cambiar.

martes, 27 de enero de 2009

Un habitante del mundo

Esta es la historia de un habitante del mundo. Todos lo días se levantaba por las mañanas, se lavaba, cambiaba y perfumaba para hacer lo que tenía que hacer: todos los días lo mismo. Tomaba un bus con rumbo a donde tenía que ir y llegaba a donde debía llegar.

Luego de hacer lo que tenía que hacer, se disponía a comer lo que a otro se le antojó preparar. Comía lo que podía comer, para que más tarde defecara o miccionara lo que su cuerpo no iba a necesitar.

Terminaba lo que debía terminar y regresaba a donde tenía que regresar. Jugaba, saltaba, reía, lloraba, se lamentaba, amaba, peleaba, odiaba, hacía deberes, veía películas, comía y devolvía otra vez. Y al fin rendido, cansado y hasta abatido luego de lo vivido se dirigía de nuevo a su lecho a esperar dormido un día más o tener un día menos.

domingo, 4 de enero de 2009

Cuita

La noche nos entrega las respuestas, más aún si es estrepitosa e inóspita. Yo bajaba aquellos escalones, como buscando la salida a aquella encrucijada ya conocida por mi: venía persiguiéndome desde que yo era una niña grande. Entonces, comencé a correr desesperadamente. Corrí y corrí hasta que sentí que aquello que me perseguía ya no existía más, que me había abandonado. La tranquilidad invadió mi cuerpo lastimado por el miedo y los abusos sin medida de todos esos invididuos que quieren mi bien, por mi bien, pero solo obtienen mi mal. Disfruté un instante de felicidad, una paz que recorría mis venas y que convertía cada pequeña herida en invicible. Pero lo inevitable siempre llega, así que me alcanzaron y continúan hiriéndome, abusando sin piedad, con esa careta que los libera de toda culpa, una careta que puede ser confundida con los más bellos sentimientos.