jueves, 4 de febrero de 2010

La noche en que el hombre hechó al aire

Esta noche me hecharon de una vida. Tal vez lo haya merecido, pero es inevitable que mi boca reproduzca heridas que mi corazón no ha cicatrizado. Aunque esta vez mis intenciones concientes fueron del todo buenas, con afán de ayudar y hacer que ese alguien se de cuenta de que se miente. Jugué con fuego. Me quemé, o me quemaron: una de dos. Lo extraño es que por primera vez tengo la certeza de que estoy en lo correcto, de que al decir lo que dije y pensar lo pienso, jodí, sí, pero sin prejuicios: con la verdad. Duele que te hechen de una vida, pero creanme, duele más traicionarse a uno mismo. Esta noche también me cuestiono: ¿acaso un hombre puede vivir sin aire? Ni lo sentimos, pero está ahí, tácito y tan necesario como lo fue siempre. ¿ Acaso puede uno dejar de respirar ese aire? ¿Puede abandonarlo? y lo más importante, ¿puede a uno gustarle alguien "como el aire"? ¿Un gusto es tan necesario? Sinceramente, el aire me agrada solo en las tardes otoñales de la sierra; su sonido me canta y arrulla. No podría renunciar al aire y menos hecharlo de mi vida porque es imposible. Sin embargo, como bien dicen, "nada es imposible", pues esta noche el hombre hechó al aire, su gusto por él era efímero, y una vez más las cosas innecesarias y vanales pudieron más que lo esencial. Tal vez el hombre solo necesite lo vano, el dolor nos gusta, lo perseguimos, nos hace sentir que estamos aqui. El aire no se siente, aguarda meditabundo, invicible, sin belleza alguna. Lo vano despierta pasiones, alegrías, risas, llantos, nos hace pecar, traicionarnos y llegar al mismo infierno terrenal o a la gloria celestial. El aire te canta dulcemente al oido en las tardes otoñales serranas: un canto sórdido. Y, ¿cómo, amigo mio, te gusto como el aire? ¿Tal necesidad te otorga mi ser? Es probable. El hombre jamás percibe al aire y si lo hace, tener conciencia de su propia respiración resulta molesto, harta y fastidia. ¿Que rabia para ti necesitar del aire para virir! Porque, escucha bien, ¡lo necesitas! ¿Has de morir ahora que lo has hechado? No lo creo. Al parecer lo vano es lo que te sostiene, hombre querido. te duele dejarlo, por eso el tiempo no ha parido el olvido. Pero lo vano muere, se marchita; en cambio el aire es inmortal, como la belleza misma, como Dios. Adios, pues, querido hombre, ha sido un gusto haberte hecho vibrar cada noche que te dignabas a percibirme, a quererme, necesitarme y recordar que existo. Adiós, pues, y que lo vano te haga feliz, ya que, al parecer, el aire fue vencido por lo vano, algo tan vano como el recuerdo de un sabroso chocolate.