miércoles, 12 de diciembre de 2007

Pues dejemos de buscar

Vivimos para amar. Durante toda nuestra vida nos hacemos preguntas de índole amorosa. Somos felices cuando nos enamoramos y la melancolía nos invade cuando estamos solos. Y es verdad, el amor es la base de todo, de un todo global y no parcial. El amor es como el sol, giramos alrededor de él. No quiero decir que no existan otros sentimientos importantes, simplemente que cada acción, cada sentimiento y cada meta tiene implicita o explicitamente al amor como elemento básico. Pero no quiero centrarme en esto último.
Estuve leyendo el blog de mi amigo Ciri y en su último post hablaba sobre el amor y nuestra desesperada lucha por encontrarlo, a pesar de sentir que estamos destinados a la soledad. Es verdad en parte. A veces pensámos que el amor está tan lejano a nosotros que nos resignamos a no conocerlo. Esta idea nos invade de tal forma que hasta podemos cegarnos y no ver lo evidente. He escuchado de personas que encontraron el amor en los momentos más extraños e inesperados de toda su vida. Y creo que lo encontraron precisamente por eso, porque no lo buscaban.
El amor llega solo, no debemos forzarnos a amar o, mejor dicho, intentar buscar en cada rincón del mundo al ser ideal con el cual compartir momentos inolvidables. Adecuando una vieja frase de por ahí, el amor es como una cajita de sorpresas, nadie sabe lo que es, pero cuando llega nos hace muy felices. Y sí, soy partidaria de pensar que lo inesperado es lo que más se disfruta y lo que más huella nos deja. Por lo tanto, uno no debe buscar el amor, debe esperarlo. La espera puede ser desalentadora, pero tampoco digo que esperemos al amor leyendo alguna revista y mucho menos que digamos "llegará hoy, lo sé", "no, seguro mañana". Esa espera debe ser tácita, ni nosotros la debemos percibir, pero allí debe estar.
Muchas veces, todo esto nos resulta un poco tedioso, porque, como Ciri decía, pensamos que estamos destinados a la soledad al no descubrir el amor. Pero, mientras efectuamos esta espera conocemos gente nueva, vivimos nuevas experiencias y observamos tantas cosas bellas del mundo y todo esto hace de nuestra soledad una entrenida espera. Esto es alentador, pues nos ayuda a no centrarnos ni deprimirnos por la ausencia de la persona amada, ya que, simplemente, no es el momento. A veces hay que vivir esperando, pero no hay que sufrir esperando porque el sufrimiento y la melancolía solo hacen que nos ceguemos y que no podamos distinguir, en muchos casos, la llegada de ese alguien que hará que cesemos de esperar.

lunes, 10 de diciembre de 2007

La chica que canta

Hoy fue un día para recordar. Quede con Stefanie en ir al cole a visitar nuestra "alma mater". Así lo hicimos; llegamos y entramos al auditorio del "De Jesús" que estaba reluciente como de costumbre. Todos los alumnos callados y amenazados por las miradas nada amigables de algunos de sus tutores y de las infaltables Sole y Mari.
Bueno, vimos la celebración del adviento (sí, es cole religioso) y a los niños realizando las actuaciones que en cinco o seis años los avergonzarían.
Luego de ver que todo seguía igual, fuimos a buscar a nuestro querido profesor de lenguaje Roger (Royito para mi promo) y nos pidió que le ayudemos a corregir exámenes de consolidación. Fue ahi cuando unos chiquitos se nos acercaron y uno de ellos me dijo: "Hey! yo te conozco... sí! tu eres Gloria, la chica que canta! Y cantas muy bonito!"
Cuando el niño dijo esas palabras, me emocioné bastante. A pesar de que casi había pasado un año con mi condición de exalumna, aún existía gente del cole que me recordaba por lo que hacía allí. Gracias a esto descubrí que al hacer las cosas con cariño y dedicación, la gente te recuerda. Y sí, era con cariño y dedicación como cantaba. Cuando el niño dijo eso recordé el cole, cada anécdota con el coro, cada canto, las mímicas... en fin. Es bueno saber que en algún lugar del mundo aún te recuerdan.

lunes, 3 de diciembre de 2007

¿Dónde está mi nariz?

Hace frío. El viento ha despejado mis pensamientos y el cigarro los ha matado. Sí, ya no están o, mejor dicho, ya no quiero que estén. Es simple, cuestión de lógica. Como ya no quiero que estén, creo que llegó el momento de actuar.


Actuar, sí, pero para fingir, disimular, disfrazar… ¡qué se yo! Es ahora más que nunca que necesito una nariz, mi pequeña máscara, mi gran cómplice. Gracias a ella he dibujado sonrisas en mi rostro mientras mi alma lloraba, he dado abrazos cuando mi corazón insultaba, he besado con pasión a quien no amo… ¡te hecho de menos! Sí, a tí mi motivo de risa y de jolgorio a los espectadores.


Te necesito tanto en estos momentos… me es tan urgente liberarme y olvidar… No lo sabes, pero llegó la hora de que regreses a mi, es la excusa perfecta para partir a tu encuentro si es necesario.


Te abandoné para empezar de nuevo, por la necesidad que sentía de cambiar de horizontes… no estás, te perdí… te buscaré y de nuevo serás mi compañera de viaje hacia otras dimensiones, hacia otras vidas, hacia sueños ajenos.


Hoy quiero estar contigo, quiero que me lleves de la mano a huir como una cobarde que perdió la guerra y que está tan lastimada que decir que vive ya es mucho. Hoy quiero recuperar mis sueños, mis ilusiones, mis deseos… a ti nariz que tanto me has ayudado, te necesito ahora para buscar en nuestras efímeras realidades lo que tanto anhelamos: la felicidad.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Nudos

¿Qué me pasa? Cometí la estupidés de leer el horóscopo o como dicen por ahi, el conjunto de consejos que relata, copia o no sé, Jossie Diez Canseco en Perú 21. Bueno, baje la mirada hasta llegar al titulillo que decía "Capricornio". Leí. Me quede literalmente imbécil al leer. " No creas que has perdido el tiempo, solo que has abierto los ojos y te has dado cuenta de que esa persona es un manojo de defectos." Me puse a analizar el texto. ¿Puede una persona ser un manojo de defectos? Me sonó tan resentida esa frase, pero extrañamente familiar. Ese día, me dedique a observar a todos mis amigos y conocidos y me di cuenta de que, efectivamente, todos somos un manojo de defectos, incluyéndome. Cada palabra, gesto, mirada revela un nudo más de cada conjunto de nudos que conforma a una persona. Pues sí, ahora creo que todos somos un conjunto de nudos y que esos nudos son nuestros defectos. Lo curioso es que esos defectos nos hacen mejorar y eso todos lo saben. Pero, además, estos nudos también nos sostienen, hacen que seamos más fuertes y más complejos, Cada nudo hace que nuestro cerebro día a día intente decifrar la manera de desatarlos. Fue en ese momento que comprendí que la complejidad humana está en los defectos, erróres o ideas extrañas como esta, pero gracias a todo esto somos humanos y nos superámos constantemente. Podría afirmar que nuestra función o misión personal es tratar, al igual que nuestra mente, desatar esos nudos tan gruesos o leves que poseemos. Al desatar uno, tendremos la solución de otro parecido y así, con paciencia, encontraremos la fórmula de la sabiduría y del autoconocimiento. ¡Gracias Jossie! Tus consejitos de té de tías sirvieron para hacerme divagar.